Valkiria

Al norte de Aflheim, entre la cordillera de Hatoc y los bosques de Dimrïr. En esa inmensa planicie de Covan, se extiende el más grande campo de batalla que el cosmos haya visto.

Miles de almas partieron de este lugar. Escudos abollados, espadas sin filo y martillos rotos… cuerpos de guerreros… todos ellos mis hermanos.

Y frente a la roca Xsilón, ahí… solo, con su martillo aun en mano. Ahí yace un guerrero, un hombre que vivió con honor, y lucho con valentía. Uno que nunca dio la espalda a la batalla y dio su vida por sus hermanos.

Su cuerpo ahora decae, pero su alma aún no se va. Él espera, porque, aunque Cronos y sus lacayos estén en su contra, Odín y Asgard aún le sonríen.

Y en un destello de luz, en medio del mar de nubes. Se abre el paso a Valhala.
Los corceles alados descienden de las alturas, como galeras de esperanza para aquellos que esperan.

Valkirias, hijas de Odín y guardianas de la puerta. Descienden a Covan por las almas de los héroes, de los valientes… aquellos que han cumplido su labor.

Uno a uno se llevan a mis hermanos, al lugar donde el honor les espera. Pero yo sigo aquí, hincado y vencido. El honor no llama mi nombre, y el mañana no existe en mi libro.

El cielo entristece por aquellos que no cruzaran. Y ya nadie queda a mi rededor.

Pero en la distancia resuena el cuerno de Grión, y las flores del campo cantan. Mi señora, la última de las Valkirias, se abre paso. La más bella guerrera que mis cansados ojos hayan visto.

Desciende con gracia y virtud, a un lugar ya olvidado por los hombres. Sus ojos, dulces llamas blancas, se fijan ahora sobre mí.

No tengo el derecho de estar en su presencia, solo cierro los ojos y pido perdón.

«Abre tus ojos, valiente guerrero, ya puedes soltar tu martillo. La guerra ha terminado y tus hermanos han partido. Cumpliste tu misión y mereces la recompensa de la eternidad.»

«Mi bella dama… soy solo un soldado, ¿por qué Odín me recibiría en su palacio?»

«Porque me he fijado en ti, tu fortaleza y tu amor… en tu pecho late el corazón de un héroe.»

Una lágrima cae por mi rostro. Y es ahí, frente a mi dama de Ethereum, que alzo mi mirada, y abro los ojos. Su mano extendida me invita a creer y dejar el pasado.

«Monta conmigo héroe, que Odín te espera. Vive de nuevo, y quédate a mi lado.»

En ese momento, mi mano soltó el martillo, y mi túnica cayo de mis hombros. Alce mi mano para alcanzarla, una mano herida y ensangrentada. La mano que tocaría a una divinidad.

Sus manos eran tersas, pero habían visto el conflicto. Su cuerpo delicado como una flor tropical pero peligroso como una tormenta de Midgard. Su cabello largo y oscuro, con un sutil olor a jazmín.

El tiempo se detuvo, el mundo entero dejo de girar. Las lágrimas y el dolor se fueron. El mañana estaba ahora a la vista, y el infinito ya no sonaba tan mal. Ella sonrió, y mi corazón volvió a latir.