La Aventura de Dos Jóvenes

Hace 210 lunas inicio una aventura. No menos de 6209 soles han surcado el cielo desde entonces.

Dos jóvenes, alguna vez enamorados, que se unían para confrontar al mundo juntos, a la vida. Uno de ellos con expectativa, el otro con miedo.

Uno de ellos deseaba el amor, el otro temía dar su opinión. Solo uno de ellos deseaba ese matrimonio, el otro tenía miedo de decir que no.

Debí verlo en sus ojos. Esa no era la mirada de una mujer enamorada y feliz de pasar sus días con su esposo. Eran los ojos de una mujer con miedo, forzada a unirse con alguien y dar vida al fruto de su juvenil aventura.

¿Qué clase de horrores estaba por vivir, el sufrimiento que tendría que soportar? ¿Qué otros secretos se ocultarían tras esa mirada de insatisfacción?

El solo quería que ella pudiera ser feliz, ella solo quería vivir. Las fotos de ese día eran evidencia irrefutable, pero él no quería creer. Él solo quería creer que sería un inicio difícil de una grandiosa aventura.

Pero hoy que escribo estas palabras, ensucio mi pluma con sentimientos de pena y dolor. El horror que ha vivido estos últimos meses, el sufrimiento que aún le queda por atravesar.

Ella ya no lo ama, quien sabe si alguna vez lo hizo. El aun la ama, pero ahora la debe dejar ir. Él debe olvidarla, junto a sus sentimientos, pero ella… ya lo olvido a él.

El Niño y el Dulce

A veces odio al sabio del destino, una mala broma que se cuenta sola, dándonos una felicidad infinita, y luego arrebatándola, como el niño al que le roban un dulce.

«Oh ingenuo e inocente niño, acaso no sabes que los dulces te hacen daño». Dijo el sabio en un tono burlón.

Todo aquello que ames lo perderás, el camino se trata de no abrazar muy duro las cosas, sino dejarlas ir.

Pero el niño sabe que prefiere haber conocido el amor al menos por un corto tiempo… que no conocerlo del todo.

Como será la vida del hermano que no conoce el sabor del dulce. O de la hermana que nunca ha visto su color.

Ese pequeño dulce, rojo cual carmesí, diminuto cual rubí, pero puro cual diamante. En su interior la dulzura del cosmos, en un pequeño regalo, con nudo en forma de corbatín. Un manjar para el paladar de un dios.

Ahora el niño dice adiós a ese dulce, sabe que sufre en su interior. Pero un adiós no es para siempre, el sabio del destino puede traer dolor, pero no se trata de un monstruo de pesadillas.

El sabe que el dolor pasara, y que incluso otro dulce podría cruzar su camino. La vida se vuelve entonces una aventura de oportunidad, donde el infinito de posibilidades trae gozo al paladar del aventurero.

Puertas

El infinito universo que nos rodea, con sus paramos de misterios y cuentos épicos, asemejando un laberinto de proporciones míticas.

Un laberinto sin paredes, ni caminos. Donde los senderos guían, pero no aseguran un final. Y puertas más allá de lo que el horizonte permite ver.

Estas puertas se abren a un mar de posibilidades, siendo portales que conectan personas y lugares.

La seguridad de estas puertas es dada por llaves. Llaves que damos y recibimos. Algunas de forma voluntaria, y otras por obligación.

Entregué las llaves del lugar que llamé mi hogar por muchos años. El dolor no es grande, pero la nostalgia mucha.

Ahí vi crecer a mi pequeña en la hermosa y fuerte mujer que es hoy en día. Pero fue también ahí donde rompieron mi corazón y murió un poco mi alma.

Las vi salir por esa puerta, sabiendo que lo más seguro no volverían. Una porque desea vivir su propia aventura, y la otra por un sentimiento de seguridad.

He cerrado ya la puerta a ese lugar. Y sé que no volveré atrás. Atesoraré los recuerdos como gemas en el firmamento. Y enterrare el dolor y la perdida.

Abro entonces la puerta a un nuevo capítulo, a una nueva aventura. Volver a ser el guardián de ese paramo, y ofrecer mi llave al auxilio de otros.

Ellas saben que mi puerta se mantendrá abierta, porque no hay odio en mi corazón. Que sueño con verlas abrirla, entrar y quedarse.

Hace eones entregue mi llave a alguien, y no planeo pedirla de regreso. No hay vacío en la existencia que pueda alterar mi decisión.

Si decide caminar a otra puerta será su decisión, pero la mía se mantendrá abierta, fuerte e imponente; como un faro de luz que llama a casa.

Porque hogar no son cuatro muros y una puerta. Es un lugar en el corazón donde los sentimientos nos conectan, donde podemos ser nosotros mismos. Donde la distancia que nos separa deja de importar. Donde el amor por alguien más, supera los retos que la vida nos da.