Una Orquesta Sin Nombre

Aquí estoy, rodeado de árboles, escuchando arpegios en una cámara de piedra. Como los susurros que viajan en el viento, llevando los secretos del mundo.

Y en esa sala secreta de árboles robustos, se discute en silencio el destino del hombre. Una orquesta, con un cantar color cobalto, que navega en el aire de este atardecer de tonos rojizos, prohibidos en la paleta de colores de la noche.

Ahí, al soltar el llanto de una trompeta de bronce, inicia el peregrinaje de los antiguos. Una caminata al final de los tiempos, una historia que se narra hasta que la oscuridad de la noche nos cobija en un abrazo profundo.

Aún no deseo dormir… disfrutare primero los sutiles movimientos del harpa, sufriré con los violines y saltará mi corazón al compás de la percusión.

Una orquesta de emociones, sincronizando sus cantares en esta cámara de piedra. Donde los árboles ya parecen hombres, y sus susurros empiezan a sonar como cuentos.

Suena el corno, seguida de la flauta y el oboe. Melodías que endulzan el alma; que dan vida a estos viejos árboles que se reúnen a escuchar. Siguiendo el movimiento de la batuta, que guía una alegre danza en do mayor, sobre un espejo de cristal con marco de oro.

Soy uno más de estos árboles, escuchando el dulce cantar de la orquesta. Donde mis ramas acarician el viento, donde mi cuento se une a la tonada, y nos mezclamos como parte de uno… como parte de esta orquesta sin nombre.

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